A veces las mujeres tenemos los pies de barro, tomamos decisiones que no son las que tomaríamos para nuestros intereses, si no para salvar o proteger a alguien que seguramente salga perdiendo si lo hiciéramos. Y nos equivocamos.
A veces las mujeres vivimos las vidas de otros esperando que sean ellos los que un día nos regalen, simplemente eso, un día. Y nos volvemos a equivocar.
A veces las mujeres soñamos con romper los muros altos que trepamos y no superamos una y otra vez, alguna manera habrá, alguna tiene que haber pero… nos caemos. En la caída hay muchas mujeres agarradas a los salientes del muro, algunas sudorosas y otras con arneses que alguien les dejó. Las mujeres nos miramos caer y todavía no nos hemos dado cuenta de que podríamos escalarnos, treparnos y así superar el muro. Simplemente nos dejamos caer, pensando «otra más, a mí no me pasará». Nos equivocamos…
A veces las mujeres disfrutamos como si fuera el último día de nuestra vida y reímos, bailamos, bebemos, amamos sin enamorarnos, y volvemos con el cuerpo dolorido pero renovado. Y en el disfrute, a veces, algún guindo cae y la siguiente vez todavía reímos más, bailamos más, bebemos más y amamos más sin enamorarnos. A veces, las mujeres, somos solo eso, mujeres. Sin función de nadie, sin ropa, sin heridas, sin pasado, sin presente, solo nosotras. Y no, no nos equivocamos.
A veces, muchas veces, lloramos. Y en cada lágrima rueda un motivo, miles de motivos, millones de motivos. Lloramos para regar la tierra con nuestra savia, para enseñar a las niñas que son mujeres que, a veces, lloran. Lloramos para crecer un milímetro de estatura y mirar desde arriba y en la distancia nuestra pertenencia a un tronco común. No nos equivocamos.
Mujeres, todas, grandes, sabias. Algún día entenderemos que hacen falta muchas veces más para cada una de nosotras. Algún día entenderemos que una mano sujeta a otra mano, y otra a otra… todas unidas, fuertes, gigantes. Algún día entenderemos que ser madre, hija, abuela, hermana, amiga, todas somos solo una sólida, ancha, generadora de vida. Vida alegre, vida fuerte, vida sana, vida sabia, vida toda.
A veces las mujeres, encontramos un momento para hablar juntas todas, un espacio para compartir nuestras conversaciones y darnos cuenta de que todas las veces fueron iguales para todas en todo. A veces, muchas veces, todas las veces, las mujeres vivimos las mismas experiencias. Aquí, allí, más allá, mujeres todas sintiendo las miradas, las voces, los pensamientos y, a veces, los golpes. Sintiéndonos, sintiéndose un adorno, un recipiente, una herramienta para alcanzar las metas de otros.
A veces, más que unas veces, lucen, lucimos, nuestras piernas, brazos, escotes, para nosotras mismas. Y las más de las veces, para cantar al unísono el modo en que somos y seremos, sin pensar en la función, sin pensar en las miradas, ni en tu palabra. A veces, también, las mujeres no lucen ni siquiera sus ojos, pero también está tu función, y tu mirada y tu palabra. A veces las niñas, sienten que son mujeres antes de saber que su falda corta tan solo es una muestra más de la vida que viven.
Y a veces, las niñas, jóvenes, mujeres, conocen al padre como alguien que sabe, juzga, posee, disfruta, abusa, roba, pega, maltrata… pero nada está mal. Otras veces, ojalá más veces, las niñas, jóvenes, mujeres, conocen al padre, amigo, conversador, que se sitúa a su altura y medida.
Quiero que a veces no sean nunca, y quiero que otras veces sean siempre. Quizás un día todas las veces seamos sólo una igual a otra y todas iguales a ti, seas quien seas. Hasta ese día, a veces tendremos que discutir, y ninguna vez rendirnos. Ninguna vez equivocarnos más, todas las veces acertar siempre.
Para mis mujeres preferidas Alicia y Nuria