Eres consciente de tu condición: mujer, guapa, delgada, blanca. Eres una mujer guapa, delgada y blanca. Trabajas porque quieres ser independiente, autónoma y autosuficiente. Tu madre siempre te dijo: «estudia hija, quiero que no te pase como a mí, quiero que no necesites un marido y que trabajes fuera de casa»… tu madre…
Tu madre te enseñó que podías aprender de todo, tú sola sin ayuda de nadie más que de ti misma. Tu madre es así, ella aprendió todo por sí sola entregando horas de sueño cada día para salir y, como ella siempre dijo, sacaros adelante… Pero has visto a tu madre desear ser algo más, has visto a tu madre querer estar en otro lugar. Te contó que su padre, tu abuelo, no la dejó estudiar aunque la maestra se lo pidió: «las mujeres no estudian». Las mujeres no estudian pero ella aprendió a leer, y a escribir, y la ves leer despacio, con las gafas ajustadas a la altura media de la nariz, levantando las cejas para enfocar mejor. Arranca minutos al día, mejor a la noche, para aprender los valores de las plantas y poder contártelo al día siguiente, «¿sabías que la cebolla es buena para la tos?». Tu madre, siempre repitiendo la cantinela: «estudiad, hijas, sobre todo vosotras, hijas, ¡estudiad!»
Y aquí estás, has estudiado, has luchado, has perseguido y has logrado. Aquí estás, con un trabajo que te da para vivir y para comer. No es que ganes mucho dinero pero, al menos, no dependes de un marido aunque… ¿eres realmente autónoma e independiente?, ¿eres realmente autosuficiente? Tu manía de hacerte preguntas, no podrías quedarte tranquilita, adaptarte a «lo que hay» y seguir sacrificándote y demostrando, siempre demostrando, que tú sí que vales.
Hoy tienes una reunión muy importante, de lo que hagas dependerá uno de los proyectos que más «autosuficiencia, independencia y autonomía» te darán. Así que estás nerviosa aunque no tanto como para no poder demostrar tu valía, sabes de lo que vas a hablar, has creado dicho proyecto, es tuyo y es tu momento. Imaginas cómo será…
Abres el ordenador y comienzas a hablar, has preparado tu presentación con todos los puntos controlados, y comienzas a hablar delante de un auditorio solo de hombres. Uno de los hombres te mira con los pulgares sujetándose el mentón, el ceño fruncido en expresión de concentración, parece asentir mientras hablas y esto te da mucho, mucho ánimo. Te creces, aumentas tu energía, todo el auditorio te escucha embelesado y cuando estás a punto de terminar escuchas: «no sigas, ¡el proyecto es tuyo!»…
No, obviamente ese no puede ser el escenario. Rebobinas y vuelves a imaginar…
Esta vez el auditorio es mixto, hay mujeres y hombres con traje, que te escuchan con caras tensas. Una de las mujeres anota todo el tiempo en un papel, te pone nerviosa, pero piensas que quizás sea para poder hacer alguna pregunta, o simplemente porque esté muy interesada y no quiera olvidar nada, o quizás esté anotando cualquier otra cosa y no te esté haciendo caso… te pones más nerviosa cada vez, no puedes dejar de mirar a la mujer y sentirte comparada, más pequeña, más inválida… pero ¿por qué?…
Borra, borra, has vuelto a imaginar mal. Decides salir de casa, dirigirte a tu oficina y entretenerte con tu compañero de mesa, quizás él pueda darte algún consejo, quizás él sepa quiénes estarán en la reunión y algún «truco» para convencer. Tu compañero Javier es un tipo raro, aunque parece buena persona casi siempre hace bromas que a ti no terminan de gustarte, más que nada porque casi siempre se refieren a tu ropa, tu pelo, tu forma de andar o hablar, pero parece buen tipo así que le toleras casi siempre con buena cara, le medio sonríes y nunca le has dicho que no te gusta, ¿para qué?
Te acercas a tu mesa, dejas el portátil y todos los documentos y ya sientes que te está mirando, siempre lo hace así que ya estás acostumbrada. Cuando terminas de dejar todo le miras y le dices que estás nerviosa, hoy es tu día y quieres hacerlo perfecto, te sientas dejándote caer en la silla con gesto de cansada… Javier, tiene un boli en la boca y te mira con una sonrisa a medias en los labios, a ti te parece que un poco condescendiente aunque rápidamente borras esa idea de tu cabeza (es buen tipo, no seas paranoica). Cuando va a hablar se levanta y se sienta en la mesa de tal manera que queda por encima de ti, te mira (de nuevo ¿condescendiente?) y te dice, no te preocupes, eres guapa, lo tienes hecho.
Por un momento vas a sonreír, pero la sonrisa se te queda helada cuando llega el mensaje completo a tu cerebro. ¿Es posible? esa frase es mucho peor que todos los escenarios imaginados. Esa frase es justo lo que tanto temías que pasara, que te dieran el proyecto porque te sabes guapa, mujer blanca y delgada. Esa frase… por un momento te viene tu madre a la mente, «estudia hija, trabaja por ti misma, no dependas de un marido…», ¿y de un jefe?, ¿y de un grupo de jefes más poderosos? ¡Qué exagerada!, te dirían algunos, ya sabes que las mujeres lo tenéis más fácil y si sois guapas, más. Le miras despacio y por primera vez te atreves a decirle a Javier, tu compañero buena persona que siempre hace bromas sobre ti, sobre tu aspecto: no me ha gustado ese comentario Javier, no creo que me vayan a dar el proyecto por guapa… pero no has terminado de hablar y Javier sigue diciendo, ¿has visto la nueva jefa?, esa no está aquí por su talento, a saber a quien… y hace un gesto muy elocuente con las manos mientras sigue: menudas piernas tiene… ¿por qué será que todas las mujeres que valen son feas?, … tú eres guapa, tú no vales, ja, ja, ja, pero no pasa nada lo tienes hecho, no te preocupes… no te preocupes, mientras se da media vuelta y se sienta de nuevo en su silla guiñándote un ojo.
…
La reunión fue bien, el proyecto es tuyo pero ahora no sabes si es porque estás formada o porque eres guapa, mujer, blanca. Eres consciente de tu condición, mujer, guapa, delgada, blanca.